Holanda se propone ampliar el derecho a la eutanasia a los ancianos que se sientan cansados de vivir.

Una enfermera atiende a un paciente en la unidad de cuidados paliativos. EL PAIS
El proyecto anunciado por el Gobierno holandés para ampliar el suicidio asistido a las personas mayores que declaren de forma voluntaria, reflexiva y persistente su deseo de morir ha reabierto el debate sobre los límites al derecho a poner fin a su propia vida. El nuevo supuesto contemplado por uno de los países pioneros en la legalización de la eutanasia es un paso de gran calado respecto a la norma de 2002, que actualmente se ciñe a rigurosos requisitos: enfermedades incurables en fase terminal y situaciones de sufrimiento físico o psíquico insoportable.
Si prospera la propuesta, al suicidio asistido se podrán acoger personas mayores (no se ha fijado la edad) que no teniendo patologías graves consideren que carecen de interés por la vida, han perdido a sus seres queridos y son presa de la apatía y el abatimiento. Para acceder a la píldora letal se requerirá, como para la eutanasia, un informe favorable de un profesional cualificado, que deberá ser ratificado por otro distinto. El proyecto de reforma prevé evaluar cada caso de forma rigurosa para descartar que la solicitud esté causada por una depresión o una situación económica desfavorable, situaciones susceptibles de recibir tratamiento médico o social.
A sabiendas de que es un asunto extremadamente delicado, con complejas connotaciones éticas y sociales, el Gobierno holandés está decidido a ampliar el abanico del suicidio asistido pese a las recomendaciones de un comité de expertos, partidarios de mantener la actual legislación.
Todo lo contrario de lo que ocurre en España, donde pareciera que los asuntos espinosos es mejor guardarlos en un cajón. Los ciudadanos tienen ante sí una nueva frontera de derechos y libertades, desde el cambio de sexo a la voluntad de poner fin a la vida, que los políticos tendrán que abordar tarde o temprano. Hurtar una discusión de este calado, aunque afecte al ámbito moral y gire en torno a las convicciones, es un empeño que va contracorriente.
Es un tema que me afecta a nivel personal. Mi madre (97 años) está bien de salud para su edad, aunque no tan bien de cabeza. Pero en sus ratos lúcidos me dice con mucha insistencia que está cansada de vivir y que quiere irse ya. No me pide directamente nada, pero me sugiere buscar la ayuda de un profesional, un médico, un sacerdote (¿?), y hasta un enterrador. En este país no se puede legalmente hacer nada al respecto, pero este paso que va a dar Holanda, abre una luz en este árduo camino.
Es un tema complejo, lo sé. Pero un primer paso podría ser dejar claro en un testamento vital hasta donde y en que condiciones quiere llegar cada uno. Cuando estás en la recta final es más díficil expresarse.
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