La retórica del «copago»


No lo quieren llamar copago, dicen que tan sólo es una tasa por receta, pero el hábito no hace al monje y le llamen como le llamen mona se queda. En Dempeus hemos sido desde nuestros inicios muy sensibles a la idea del copago, incluso lo hemos rebautizado como repago, porque la sanidad pública no es en absoluto gratuita, la pagamos con nuestros impuestos y no pueden volver a exigirnos un pago por algo que ya hemos pagado. La tarea del gobierno es distribuir los dineros de nuestros impuestos para atender en primer lugar a las necesidades más importes y nadie niega que éstas son la sanidad, la educación y los servicios sociales. Que no digan que no llega el dinero para pagar la sanidad, porque tienen de donde recortar antes, por poner un ejemplo del Medio millón de euros al día para la Iglesia Católica. En el siguiente artículo Jorge Calero incide en estos argumentos.
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Jorge Calero
Catedrático de Economía Aplicada

El Gobierno de CiU ha introducido, en su proyecto de Presupuestos de la Generalitat de Catalunya, un copago de un euro por receta, con independencia del tipo de receta y del tipo de usuario. Más adelante, dicen, se afinarán los criterios. Primero disparan, luego apuntan. Técnica parecida se utilizó con la retención del IRPF de la paga extra de sus funcionarios: primero se retiene, luego ya veremos si se paga.

Coincidiendo con el anuncio de las nuevas medidas hemos podido ver cómo se desarrollaba, en algunos medios de comunicación, una retórica apologética del copago. Quisiera destacar, en esa línea, dos declaraciones en concreto. Por una parte, representantes del Colegio de Médicos de Barcelona afirmaron que el copago permitirá obtener más recursos procedentes de la aportación de “todos los ciudadanos”. Por otra parte, el presidente de la Diputación de Barcelona, Salvador Esteve, reflexionó acerca de cómo, durante mucho tiempo, los ciudadanos nos habíamos acostumbrado a acceder gratuitamente a demasiadas cosas. El incremento de la aportación privada a la financiación de la escuela infantil de 0 a 3 años, por ejemplo, era necesario y serviría para romper con esa costumbre.

Dos, entre muchas, afirmaciones cargadas de ideología. Pese a ser extremadamente endebles cuando se contrastan con la realidad, van calando en la opinión pública –al menos, en la opinión publicada–. Muy endeble la primera: si se quiere que todos los ciudadanos aporten, ¿qué mejor que financiar los medicamentos con impuestos? El copago sanitario constituye una suerte de “impuesto a la enfermedad” en el que la progresividad –al menos formal– queda descartada.

En cuanto a la segunda reflexión, basta una comparación somera con los servicios de apoyo a la familia de los países de nuestro entorno para preguntarnos a qué situación de “acomodo a la gratuidad” se refiere el presidente de la Diputación de Barcelona. Lo que sería un objetivo razonable del copago, la moderación del consumo (evitando perjuicios a los grupos más desfavorecidos), queda completamente difuminado y distorsionado en estas medidas apresuradas. Difícilmente la retórica sobre el copago puede ocultar que en ellas prima, sobre todo, un doble afán recaudatorio y “disciplinario”.

Fuente: Público ———————-Visto en: %attac

Ver también el Dossier Jornada contra el copagament

Acerca de Dempeus per la salut pública

Col·lectiu de persones en defensa de la salut pública
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