Reducir el hambre con una agricultura inteligente respecto al clima |
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El Director General de la FAO subraya el papel clave de la agricultura y la silvicultura frente al cambio climático en la Conferencia de la ONU en Cancún |
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«No alcanzaremos la seguridad alimentaria sin inversiones sólidas en la adaptación al cambio climático y la reducción de los desastres naturales en el sector rural», señaló Diouf. La seguridad alimentaria y el cambio climático pueden -y deben- ser afrontados conjuntamente, transformando la agricultura y adoptando prácticas que sean «climáticamente inteligentes» para erradicar el hambre en el mundo, según el responsable de la FAO. «Por agricultura climáticamente inteligente, entendemos agricultura sostenible que incrementa la productividad y la capacidad de resistencia a las presiones ambientales, al tiempo que reduce los gases que provocan el efecto invernadero o los elimina de la atmósfera, ya que no podemos ignorar el hecho de que la agricultura es en sí misma uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero», añadió Diouf. El responsable de la Organización de la ONU insistió que ya existen diversas prácticas respetuosas con el clima utilizadas en algunos lugares, ofreciendo ejemplos que se podrían implementar más en los países en desarrollo, según señala un informe de la FAO preparado con vistas a la conferencia de Cancún. Está previsto que la población mundial supere los 9 000 millones de habitantes en 2050 y que para alimentarles hará falta incrementar en un 70 por ciento la producción agrícola global. Al mismo tiempo, se prevé que el cambio climático impacte en múltiples formas en la productividad agrícola y los ingresos rurales en áreas que ya experimentan niveles elevados de inseguridad alimentaria. Reducir emisiones de la deforestación y degradación de los bosques «La capacidad de mitigación potencial de los bosques se estima en cerca del 64 por ciento de las emisiones combinadas de la agricultura y la silvicultura, mientras que la agricultura podría proporcionar una mitigación potencial técnica del 90 por ciento del total, explicó. Diouf destacó el progreso realizado en la estrategia de Reducción de las emisiones de carbono procedentes de la deforestación y la degradación de bosques (REDD, por sus siglas en inglés), un enfoque que utiliza incentivos de mercado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la destrucción de los bosques, dejando que los países desarrollados compensen sus propias emisiones invirtiendo en proyectos REDD en países en desarrollo. El término «REDD+» se utiliza para describir los esfuerzos que pretenden ir más allá de la deforestación y la degradación de los bosques e incluir la conservación, la gestión sostenible de los bosques y el aumento de las reservas de carbono en estos intercambios. REDD+ podría generar una cifra estimada de entre 30 000 y 100 000 millones de dólares EE.UU. anuales en inversiones para los países en desarrollo. |
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«En los países en desarrollo, la agricultura debe someterse a una transformación importante para responder a los retos relacionados con la seguridad alimentaria y la respuesta al cambio climático. Las proyecciones basadas en el crecimiento de la población y los esquemas de consumo alimentario indican que el cambio climático reducirá, con toda probabilidad, la productividad, la estabilidad de la producción y los ingresos agrícolas en algunas zonas que ya tienen niveles altos de inseguridad alimentaria. Por lo tanto, desarrollar una agricultura climáticamente inteligente es crucial para lograr las metas de seguridad alimentaria y de cambio climático, teniendo en cuenta que por agricultura climáticamente inteligente se entiende aquella agricultura que incrementa de manera sostenible la productividad, la resilencia (adaptación), reduce/elimina GEI (mitigación) y fortalece los logros nacionales de desarrollo y seguridad alimentaria.
Mensajes clave
1) La agricultura de los países en desarrollo debe emprender una transformación significativapara responder a los retos que la vinculan con la seguridad alimentaria y el cambio climático.
2) Ya existen prácticas “climáticamente inteligentes” que podrían implementarse en los sistemas agrícolas de países en desarrollo.
3) Adoptar un enfoque de ecosistema, trabajar a escala de paisaje y asegurar la coordinación y la cooperación intersectorial resulta crucial para lograr respuestas eficaces al cambio climático.
4) Se necesita una inversión considerable para cubrir las brechas de datos y conocimiento, así como la investigación y desarrollo de tecnologías y metodologías, además de la conservación y producción de variedades y especias apropiadas.
5) Se necesitará apoyo institucional y financiero para permitir a los pequeños agricultores realizar la transición a una agricultura climáticamente inteligente.
6) Será necesaria una mayor capacidad institucional para mejorar la difusión de información climáticamente inteligente y coordinar grandes zonas y a un gran número de agricultores.
7) Hay que lograr una mayor coherencia en la elaboración de políticas agrícolas, de seguridad alimentaria y de cambio climático a nivel nacional, regional e internacional.
8) La financiación disponible, actual y prevista, es a todas luces insuficiente para responder a los retos de cambio climático y seguridad alimentaria a los que se enfrenta el sector agrícola.
9) La combinación sinérgica de fuentes de financiación pública y privada, así como de aquellasdestinadas al cambio climático y la seguridad alimentaria, son opciones innovadoras para responder a las necesidades de inversión del sector agrícola.
10) Para ser eficaces en la canalización rápida de la financiación hacia la agricultura, se necesitarán mecanismos de financiación que tengan en cuenta las peculiaridades delsector.
En las últimas seis décadas, la agricultura mundial se ha hecho notablemente más eficaz. Las mejoras en los sistemas de producción y los programas de cultivos y cría de ganadería han doblado la producción alimentaria aumentando sólo en un 10% la tierra cultivada. Sin embargo, se teme que el cambio climático empeore los retos ya existentes en la agricultura. El objetivo es probar que la seguridad alimentaria y el cambio climático están estrechamente conectados en el sector agrícola, y que existen oportunidades clave para transformar el sector hacia sistemas climáticamente inteligentes que aborden ambos campos.
Se estima que la población mundial pasará de los 6.700 millones de habitantes actuales a 9.000 millones en 2050, con un especial aumento en el sur de Asia y en el África subsahariana.
Teniendo en cuenta los cambios en la composición y el nivel de consumo asociados al aumento de los ingresos de los hogares, la FAO estima que alimentar a la población mundial requerirá un aumento del 70% en la producción agrícola total. Al mismo tiempo, el cambio climático amenaza la estabilidad de la producción y la propia productividad. En muchas zonas del mundo en las que la productividad agrícola ya es escasa y los medios para enfrentarse a situaciones adversas son limitados, se espera que el cambio climátic reduzca la productividad a niveles aún más bajos y haga que la producción sea aún más errática (Informe Stern, Stern Review, 2006; Cline 2007; Fisher et ál. 2002; IPCC 2007). Se espera que los cambios a largo plazo en los esquemas de temperaturas y precipitaciones, que son parte del cambio climático, cambien las estaciones de producción y la configuración de plagas y enfermedades, y modifiquen también el conjunto de cultivos viables, afectando a la producción, los precios, los ingresos y, en última instancia, los medios de vida y las propias vidas. (Burney et ál., 2010 y Bruinsma, 2009).
Preservar y reforzar la seguridad alimentaria requiere que los sistemas de producción agrícola cambien en la dirección de una mayor productividad y también, esencialmente, una menor variabilidad de la producción de cara al riesgo climático y a los riesgos de naturaleza agroecológica y socioeconómica. Con el fin de estabilizar la producción y los ingresos, los sistemas de producción han de tener mayor resiliencia, p. ej., ser más capaces de desarrollarse de un modo adecuado frente a rupturas bruscas. Una agricultura más productiva y con mayor resiliencia requiere transformaciones en la gestión de los recursos naturales (p. ej., la tierra, el agua, los nutrientes del suelo y los recursos genéticos) y una eficiencia más alta en el uso de estos recursos e insumos para la producción. La transición a estos sistemas podría también generar beneficios significativos en materia de mitigación, aumentando los sumideros de carbono, así como reduciendo las emisiones por unidad de producto agrícola.
Se necesitan transformaciones tanto en los sistemas agrícolas comerciales como en los de subsistencia, pero con diferencias significativas en cuanto a las prioridades y la capacidad. En los sistemas comerciales, el aumento de la eficiencia y la reducción de emisiones, así como otros impactos medioambientales negativos, son preocupaciones clave. En los países eminentemente agrícolas, en los que la agricultura resulta crítica para el desarrollo económico (Banco Mundial, 2008), transformar los sistemas de pequeños propietarios resulta importante no sólo para la seguridad alimentaria, sino también para la reducción de la pobreza, así como para el crecimiento agregado y el cambio estructural. En este último grupo de países, aumentar la productividad para alcanzar la seguridad alimentaria es, claramente, una prioridad, lo que se supone traerá consigo un significativo aumento de las emisiones del sector agrícola en los países en desarrollo (IPCC 2007).
Alcanzar los niveles necesarios de crecimiento, pero con una menor trayectoria de emisiones, requerirá un esfuerzo concertado para maximizar las sinergias y minimizar las compensaciones entre productividad y mitigación. De esta forma, resulta esencial asegurar el impulso de instituciones e incentivos para las transiciones climáticamente inteligentes, así como recursos financieros adecuados para lograr responder a estos desafíos. En este contexto, la financiación de la mitigación puede desempeñar un rol clave para propiciar otras inversiones destinadas a apoyar actividades que generen sinergias.»
Mensaje clave
1) La agricultura de los países en desarrollo debe emprender una transformaciónsignificativa para responder a los retos que la vinculan con la seguridad alimentaria y el cambio climático.