La crisis y la salud de las mujeres


Annalí Casanueva Artís y Angels Martínez Castells estudian desde el principio de la crisis sus efectos de género. En esta entrada en concreto reproducimos sus observaciones sobre los trabajos de investigadoras de primer nivel como Lucía Artazcoz, Carme Borrell y su equipo de la Agencia de Salut Pública de Barcelona.

 

 

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EFECTOS DE LA CRISIS SOBRE LA SALUD DE LAS MUJERES

 

No hay duda que todas las tensiones sociales agravadas por la crisis económica contribuyen a un empeoramiento del estado de salud de las mujeres. No sólo  por el menor consumo propio en alimentos y cuidados con la disminución de los ingresos familiares, sino  por el mayor número de horas que deben dedicar al trabajo remunerado y no remunerado con el fin de paliar –en la medida de lo posible—los efectos de la misma. El intercambio que las mujeres realizan de tiempo por renta para mantener estable el bienestar de los suyos tiene repercusiones directas sobre la salud de las mujeres.

Por lo que a la salud laboral se refiere, y en la presentación de Dempeus per la Salut Pública el pasado mes de febrero, Lucía Artazcoz (2009) nos recordaba que en el contexto de crisis y globalización no nos podíamos permitir  ser optimistas  porque “las reglas del juego de los mercados de trabajo ya no las marcan los gobiernos sino las multinacionales y las empresas financieras y  su objetivo no es la calidad de vida de las personas sino el beneficio económico“. En este contexto de crisis y de incertidumbre,  con muchas familias fuertemente endeudadas, no sólo se tenderá a incrementar la jornada laboral, sino a aceptar condiciones de trabajo más difíciles  por miedo de perder el trabajo. Artazcoz añadía que el recorte de costes por parte de las empresas puede empezar por las condiciones de  seguridad y  salud laboral, y  que  las crecientes demandas económicas y sociales están conduciendo hacia una sociedad de 24 horas, con lo cual cada vez más trabajadores y trabajadoras se verán obligado a trabajar en horarios atípicos. Y si bien se apela a nuestra condición de consumidores/as y se nos quiere presentar esta jornada ininterrumpida de trabajo –y la mayor flexibilidad horaria que conlleva–  como una “oportunidad” para adquirir bienes  y servicios durante todo el día, es más preocupante el  efecto negativo sobre la salud de los horarios atípicos y  la pérdida crónica de horas de sueño.

Apoyándose en la investigación que había reproducido en su momento la revista Lancet, Artazcoz recordaba cómo el hecho de  forzar las moscas a cambiar constantemente su reloj biológico se asociaba a una reducción de la esperanza de vida. Y seguía diciendo: “La manipulación de los seres humanos de la misma manera, obviamente,  no es ética. No obstante, bien por elección o por necesidad, muchos de nosotros estamos realizando experimentos incontrolados sobre nosotros mismos.” En ese sentido, el  equipo formado por  Artazcoz, Borrell, etc. (2007)  ha demostrado el efecto de las largas jornadas de trabajo sobre la salud de las personas y los hábitos relacionados con la salud: las mujeres que trabajan más de 40 horas a la semana tienen más problemas de salud que los hombres con la misma jornada laboral –y de distinta entidad–. Entre los hombres los síntomas se traducen sobre todo por falta de sueño – con las complicaciones que ello comporta-, mientras que entre las mujeres se asocia además a síntomas depresivos, ansiedad, mayor probabilidad de fumar, hipertensión, sedentarismo y mayor insatisfacción laboral. Por lo que a problemas de salud mental se refiere, se pueden apreciar  claramente  el diferente impacto y prevalencia entre trabajadores manuales en España en función del tipo de contrato,  diferenciando además  entre hombres y mujeres y  tipo de contrato.

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Las autoras van más allá de recomendar como medida básica -y muchas veces única– la reducción de jornada, ya que en el caso de las mujeres hace falta tomar también en consideración la exposición continuada a condiciones de trabajo deficientes y el trabajo doméstico. Por ejemplo, en el estudio del 2007  tienen en cuenta si la larga jornada es elección de la persona trabajadora o no, y señalan que muchos profesionales de alta calificación pueden escoger cuántas horas dedican a su trabajo, que además puede ser creativo y casi siempre les supone gratificación y reconocimiento. En cambio, las largas jornadas de las personas poco cualificadas o con dificultades económicas se explican casi siempre por presión de la empresa o necesidad económica. Los resultados demuestran que en tanto que los hombres con un alto estatus laboral suelen trabajar más de 40 horas a la semana con un alto nivel de bienestar personal, en el caso de las mujeres las jornadas extensas van ligadas a situaciones de vulnerabilidad (estatus laboral bajo, mujeres separadas o divorciadas).

Es decir, la repercusión de las largas jornadas en una mejor o peor  salud entre hombres y mujeres  se explicaba  porque las mujeres que trabajan más de 40 horas semanales suelen ocupar puestos poco cualificados y con peores condiciones laborales. En cambio, la mayoría de hombres con jornadas muy prolongadas eran profesionales liberales. «El trabajo menos cualificado está peor pagado, no compensa tanto a nivel personal, mientras que el de los hombres sería más por elección, porque les es enriquecedor y les reporta más beneficio», apuntó Artazcoz al explicar los resultados del estudio.

 La división sexual del trabajo  perjudica, pues, la salud de las mujeres, según se desprende de las investigaciones realizadas por las expertas que analizan por primera vez la relación entre el bienestar físico y psíquico y la jornada laboral desde una perspectiva de género.  En este sentido, la investigación concluye que las mujeres en situaciones socioeconómicas más difíciles son también las que trabajan más horas, al contrario que ocurre entre el sector masculino – el 5,8% de las mujeres divorciadas hacían más de 40 horas a la semana, frente al 2,2% de los hombres divorciados.

Hasta hace muy poco la salud laboral se ocupaba de sectores tradicionalmente desempeñados por hombres, como la industria o la construcción, y ni siquiera entraba a considerar otros sectores económicos en los que abundan las mujeres, como los servicios en general, el comercio o la limpieza. Sin embargo, parece ahora evidente que deben analizarse necesidades de las empleadas  del sector servicios y mejorar sus condiciones laborales,  igual como se ha hecho con otros sectores y empleos.

Lucía Artazcoz acababa recomendando  políticas de salud laboral más ambiciosas, de corte transversal con el resto de políticas, y valorando en primer lugar su impacto sobre las personas y su salud. “De esta manera, no se hablaría más de temas como abaratar el despido o del recorte de las prestaciones económicas de desempleo.”

Acerca de Dempeus per la salut pública

Col·lectiu de persones en defensa de la salut pública
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Una respuesta a La crisis y la salud de las mujeres

  1. Toni Barbarà dijo:

    Elena, Lucia, Àngels i Annali… amb companyes com vosaltres torna l’esperança i l’ànim per la lluita. És un plaer i un luxe treballar amb vosaltres. Felicitats pel text i per tot el que hi ha darrera. Salut !! Toni Barbarà

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